McCartney y Harrison

¿Sabías que Paul McCartney y George Harrison iban juntos a la escuela? Entre otras muchas asignaturas Paul y George tenían algunas clases de música a la semana. Nunca destacaron en la materia. De hecho, su profesor nunca llegó a sospechar que en clase tenía a dos de los músicos más extraordinarios del siglo XX. Los autores de canciones geniales como “Yesterday” (la más versionada de la historia), “My Sweet Lord” o “Hey Jude” no parecían tener, en la escuela, ningún talento musical apreciable. No es de extrañar, porque su profesor se limitaba a poner discos de música clásica y salir de clase para fumar sus cigarrillos.
Paul y George no hicieron como la mayoría de jóvenes de Liverpool en los años 50, ávidos por encontrar cualquier trabajo en los entonces pujantes sectores manufacturero y naval. Amaban la música por encima de todas las cosas y, tras unos inicios inciertos, acabaron formando con John Lennon y Ringo Starr el grupo musical más influyente de todos los tiempos.
“Las escuelas matan la creatividad”, dice Sir Ken Robinson. Y seguramente es cierto. Lejos de ayudar a los niños a explotar su potencial, se dedican a imponer unos planes de estudio que no interesan a casi nadie y que hacen que para los niños y los jóvenes ir a la escuela sea percibido como una obligación. ¿Y qué sucede cuando hacemos las cosas sólo por obligación?
Apasionarse por algo es fundamental para que una persona pueda ser creativa. Por tanto, la principal función de las escuelas debería ser la de ayudar a los niños –a las personas- a encontrar su pasión y a transformarla en un proyecto vital. Pero pasan los años y las décadas, los políticos se pelean entre ellos para imponer su modelo educativo y las cosas siguen prácticamente igual –con algunas excepciones- que en los tiempos de Paul y George.
Howard Gardner afirma con contundencia que la escuela debería servir para descubrir las inteligencias múltiples dominantes en cada niño (lógico-matemática, lingüística, espacial, cinestésico-corporal, naturalística, musical, interpersonal e intrapersonal). A partir de ahí deberíamos establecer un plan de acción casi individualizado para cada niño. ¿Verdad que no somos iguales? ¿Pues por qué insistir en la homogeneización de los contenidos en la escuela? Como decía Foucault, ¿por qué instalar a cada niño en una sombría red de permanentes exámenes que no tienen otro cometido que el de compararle con los demás y de conseguir anular la individualidad?
Te dejo con la suave melodía de “My Sweet Lord”.
marta
27 de enero de 2014 at 21:55 hrs.Hola Franc, muy interesante artículo, el tema de la enseñanza de la creatividad y la inteligencia emocional se esta convirtiendo en tema redundante y parece que en alguno sitios empieza a tener su efecto, te dejo una noticia de un cole en Alicante que ha empezado a implantar la educación basada en las inteligencias múltiples: http://www.diarioinformacion.com/elche/2014/01/23/colegio-pionero-implantar-teoria-inteligencias/1460993.html
Franc Ponti
29 de enero de 2014 at 08:21 hrs.Hola Marta:
Gracias por la noticia. En Barcelona también hay alguna escuela que intenta aplicar las IM. A ver si la cosa va a más y nos empezamos a olvidar de las escuelas tal y como las hemos conocido (y sufrido, en mi caso) de pequeños y jóvenes.
Saludos,
Fran