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10 PROVOCACIONES PARA UNA SOCIEDAD (CASI) PERFECTA III

Seguimos con el decálogo de provocaciones para construir sociedades innovadoras (ver introducción en la primer parte).

Séptima provocación: Habilidades para todos

¿Cuántos adultos, hoy en día, están realmente preparados para dar una presentación en público con éxito?. ¿Y para liderar un equipo de trabajo?. ¿Cuántos podrían demostrar fehacientemente que son buenos en habilidades emocionales?. ¿Podría el amigo lector dirigir una sesión creativa en una lengua extranjera?.¿Y conducir una reunión de forma eficaz con personas de distintas procedencias?. ¿Sería capaz de mediar en un conflicto racial?.
Sabemos por experiencia, que es difícil pasar por esta vida sin saber comunicar, negociar, liderar, trabajar en equipo, gestionar conflictos, tomar decisiones…

¿Y si hubiera un cambio radical en el currículo de asignaturas de las escuelas?. ¿Y si se aprendiera (como ya sucede en algunas escuelas) a pensar creativamente, a dirigir proyectos, a gestionar el caos, o a meditar?. Es posible que si se llevaran a cabo todas estas actividades no quedara demasiado tiempo para memorizar la capital de Sri Lanka. O si…

Octava provocación: ¡Viva la vejez…sana!

Es preocupante cuando alguien dice, convencido, una frase del tipo “¿Yo vivir cien años?. Ni hablar. ¡No quiero vivir tanto tiempo!”
¿Por qué no? Según algunos científicos pronto se descubrirán los mecanismos genéticos que detienen el envejecimiento celular. De hecho, se sabe que la muerte no está programada genéticamente. ¿Se están abriendo las puertas de la eternidad?

Quizá muchas de las personas que leen este libro no llegarán tan lejos. Pero más allá de los años que uno viva, lo importante es la calidad de vida.
¿Podemos aprender a controlar mejor nuestra alimentación?. Según la filosofía del Ayurveda (ciencia de la vida), somos lo que comemos. ¿Seremos capaces de aprovechar los enormes beneficios de la meditación?. ¿Por qué los humanos, en general, somos tan fatales cuidándonos?. ¿Por qué razón estamos tan desconectados con nuestra capacidad de autocuración?.
Hay muchos misterios sin explicar acerca de la relación que los seres humanos tenemos con nosotros mismos. Hemos construido el Dios-Ciencia pero paralelamente hemos perdido la fe en nuestra fuerza interior.

Novena provocación: La creatividad y la innovación como motores

La creatividad y la innovación no pueden ser un lujo al alcance de unos privilegiados. Deberían ser los motores de cualquier acción humana: política, científica, artística, tecnológica. Hemos construido un mundo en el que, por desgracia, demasiadas personas no necesitan para nada ser creativas e innovadoras. Simplemente, están esperando órdenes o instrucciones de sus jefes o responsables. Estamos, por tanto, desaprovechando una cantidad enorme de potencial creativo.

¿Podríamos imaginar un mundo en el que cada persona pudiera explotar al máximo su potencial?. ¿Cómo cambiarían las cosas?. ¿Seguiríamos teniendo organizaciones fuertemente jerarquizadas?. ¿O serían completamente diferentes, como ya ocurre con empresas sin apenas jerarquía como Whole Foods o Gore-Tex?. ¿Por qué se hace tan poco para dar un vuelco radical a la situación?.¿Quizás no se cree suficientemente en la capacidad creativa de las personas?.¿Quizás a los poderes establecidos, político, médico, educativo, ya les está bien que haya millones y millones de personas sin iniciativa, sojuzgadas y profesionalmente humilladas?

Necesitamos nuevas dosis de ilusión, nuevas semillas de cambio, de (¿por qué no?) revolución.

Décima provocación: “ …Y dejaron a Dios en paz”.

Resulta curioso que, mientras que uno de los sacrosantos mandamientos de la ley de Dios reza “No utilizarás el nombre de Dios en vano”, cualquiera se siente capaz de hacerlo con la mayor de las impunidades, Iglesia Católica incluida, claro.
Son tantas las barbaridades que se afirman constantemente utilizando el nombre de Dios (cualquier dios) como excusa, que la lista sería interminable. Desde la prohibición eclesiástica de utilizar métodos anticonceptivos hasta la justificación de guerras y genocidios en nombre del ser supremo, el número de atrocidades cometidas en nombre de dios aumenta cada día, lejos de disminuir.

¿Y si hubiera un pacto mundial que prohibiera el uso de la palabra “dios” con fines partidistas e interesados? ¿Y si pudiéramos restringir el uso de esa palabra sólo para experiencias personales e íntimas?. Quizás es la hora que la religión vuelva al lugar del que no tendría que haber salido jamás: las experiencias personales de liberación, de iluminación, de oración y recogimiento.

Ojalá llegue un día en que todo el mundo, al unísono, comprenda que hemos cometido el peor de los pecados: utilizar algo tan serio y poderoso como el concepto de Dios para nuestros mezquinos intereses.
Dejemos a Dios en la paz de cada uno.

Resumen de un capítulo del libro “Si funciona, cámbialo” que escribí en 2010 junto a JM Ferrer-Arpí.

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